… per IMMA BARBA …
Aquest cop Javier Reverte ens porta als escenaris del Gran Nord, als boscos, els rius i les tundres de Canadà i Alaska. Tot seguint la ruta de Jack London navega per les costes canadenques fins al naixement del riu Yukon, riu del que recorre 750 kilòmetres en canoa.
“En aquella ocasión llamé al Amazonas el río de la desolación. Ahora, en las orillas salvajes del Yukón, tras 12 días navegando a remo sobre sus aguas, pensé que lo más apropiado era llamarle el río de la luz. A cada tramo que recorría, el Yukón me decía: ¡vive!”.
Ja dins d’Alaska creua els territoris on el conegut pistoler Wyatt Earp es va enriquir amb el joc durant la Febre de l’Or fins al sur del territori on habiten els perillosos ossos grizzlies.
La tornada la inicia en el tren transcanadenc entre Vancouver i Quebec i amb un recorregut paral·lel a la frontera dels EEUU i finalment travessa l’oceà a bord d’un vaixell de càrrega on ell és l’únic passatger i que fa el recorregut de Montreal a Liverpool.
Dos mesos de viatge on Javier Reverte, tal com ens te acostumats, ens endinsa en la historia dels llocs que va visitant, ens fa entendre personatges llegendaris dels que tots hem sentit a parlar i al mateix temps ens explica d’una forma planera la seva manera de viatjar i d’interaccionar amb la gent que troba pel camí.
En “El Rio de la Luz” ens porta a un mon de buscadors d’or, pistolers, prostitució, beguda, joc, ossos, indis i aventurers.
El 17 de julio de 1897, el Excelsior atracó en los muelles de San Francisco y el 20 lo hizo en Seattle el Portland, ambos provenientes de Alaska. Por su pasarela bajaron un puñado de tipos barbudos, sucios y con ojos febriles que, en cuanto pusieron un pie en el embarcadero, empezaron a gritar una palabra: “¡oro!”.
El eco de ese grito se transmitió como un virus por todo el país y, en los siguientes dos años, 100.000 personas contagiadas por la fiebre del oro se lanzaron a un viaje casi suicida a unos territorios de temperaturas de 40 grados bajo cero, con ausencia de carreteras y líneas férreas, osos y lobos e inmensas soledades en las que el mínimo percance o pérdida de víveres significaba la muerte.
Aquella turbamulta de buscadores de fortuna abarrotó barcos hacia el norte, bastante de ellos fletados con sobrecarga y con tripulaciones inexpertas que naufragaron durante la travesía. Apenas una tercera parte de esos improvisados aventureros, la mayoría sin experiencia ni como mineros ni conocimientos ninguno de la vida agreste, llegaría a trancas y barrancas a los arroyos dorados del Klondike, un pequeño afluente del Yukon en medio de las heladas soledades de Alaska.
Y de los que llegaron, apenas unas pocas decenas encontrarían oro; la mayoría encontraron la muerte o la ruina al haber empeñado todos sus bienes en el viaje. Entre aquellos febriles pioneros viajaba un muchacho amante del vagabundeo llamado Jack London y algunas sus peripecias en Alaska pasarían a convertirse en extraordinarios relatos de aventuras que han alimentado la imaginación de varias generaciones.
Foto d’estudi en Dawson City dels sis components de l’expedició del Yukón, vestits a la manera de l’època del ‘Gold Rush’. D’esquerra a dreta i de dalt a baix, Jon Nazábal (couprier), Juanra Morales (taverner), Pere Vilanova (Policia Muntada del Canadà), Jaime Barrallo (trampero), Javier Reverte (jugador de póker) i Rosa Volpini (noia d’alterne).